Esta damisela y su corsario siguen su peregrinaje por tierras conocidas y desconocidas, invitados a lugares recónditos de tierras inverosímiles y de otras tan cercanas como la esquina desde mi ventana.
En nuestros recorridos, hemos visitado muy diferentes centros educativos: para chiquitos, para requetechiquititos, para grandes, para muy grandes, lugares de los que cobran, lugares de los que no cobran, de los que tienen una religión en la cabecera, de los que la tienen pero no se les nota, de los que no la tienen, más chuchis, más más o menos, más efervescentes, más a la vieja usanza: de tuito.
El vínculo que tienen los centros educativos con los libros es de lo más variado y habla de muchas cosas más de la que parece. Los centros tienen, o deberían tener, el contacto con los libros en el corazón de su tarea. Es muy raro que encontremos un lugar en el que abiertamente digan que no hacen nada para promover el vínculo con los libros. Es un lugar común y casi obligado que los centros organicen actividades de lectura, ferias del libro, festejos en el día del libro, etc. Muchas de las veces las propuestas quedan reducidas a eso, a lo que se puede generar en crear un evento puntual y listo. Así es que aparecen bibliotecas escolares vacías de niños. Allí es donde nacen y crecen las frases trilladas de que a los niños no les interesa leer, que las pantallas, que la falta de concentración, que en la casa, que esto o aquello...
Como para no enredar un nudo que parece ya bastante deshilachado, esta coleccionista de tazas del día del libro, les comparte una foto bien representativa de una de las cosas que obstruye el vínculo de los niños con los libros.
Se los digo, sí, en este momento se develará la incógnita, lo que hace que a la mayoría de los niños no les interese en lo más mínimo los libros es…
—sonido de redoblante, bis, bis, bis—
¡Que los libros les tienen miedo!
Sí, señora, los libros les tienen miedo a los niños que no son lectores por naturaleza, les tienen miedo a esos niños que no son de los que genéticamente, diría que casi mágicamente, les gustan los libros.
Fotografía de cómo llegué a esa información tan importante:
—¿Qué te parece si les sacamos este nailon a los libros? —pregunta esta coleccionista de tazas. Sí, aunque no lo crean ponerle nailon a los libros todavía parece estar de moda por muchas escuelas y colegios. Me pregunto qué pensarán los editores, ilustradores, diseñadores, papeleros, imprenteros, etc., cuando ven que todo su trabajo queda uniforme, embolsado y aburrido. No hay como la costumbre, pienso.
—Ah, no. No se puede —me contesta la educadora encargada de «conservar» el área.
—¿Ah, no?
—No, no.
—Pero… están muy viejos y sucios—atiné a decir como para no entrar en conflicto y poder sacarlos. Sí: viejos y sucios. Para los que en su imagen se recrearon un brillante traslúcido e higiénico, lo que les puedo decir es que no hay mayor atraedor de polvo que un libro encorsetado en un nailon con cinta adhesiva amarillenta.
—No, no imposible. Podemos comprar más nailon, pero los libros sin nailon no.
—¿Por qué? —me animé a largar con mi mejor cara de boba, como para no crear sospechas.
—Porque los libros hay que cuidarlos, y sobre todo de los niños. Mirá acá hay muchos niños que no les gustan los libros, y después se los llevan y no los cuidan. Hay que cuidar los libros de los niños.
Hay que cuidar los libros de los niños.
Hay que cuidar los libros de los niños.
Hay que cuidar los libros de los niños.
Me lo repetí muchas veces como para no olvidar la célebre frase que hará que los libros estén a salvo para siempre y no tengan más miedo.
Enseñanzas para la planificación de las actividades del próximo día del libro:
-los libros tienen que estar totalmente controlados, catalogados y embolsados. Para evitar un contacto directo que puede ser transmisor de enfermedades o quién sabe qué;
-si un niño es lector se le pueden prestar libros sin problema, porque con un poco de seguimiento, lo devolverá rapidito antes de que le agarre cariño y se lo quiera quedar. Ahora, si el niño no es lector lo mejor es no arriesgarse en ofrecerle libros, es muy peligroso;
-los libros están por encima de los niños, es más importante cuidar a un libro en un estante que a un niño que no encontró un libro que lo quiera.
Y con estas recomendaciones les decimos adiós, y recuerden:
no hay peor niño que el que no quiere leer,
digo, no hay peor libro que el que no tiene corsé,
digo, no hay peor educador que el que no tiene cinta scotch.
P.D.: Perdón por el derroche ácido, pero por estas tierras empieza la primavera y me suben las alergias. Ah, y en la foto se ve a un niño escondiéndose de los lobos atrás de un libro.
Increible ! Siglo XXI ! Y después se dice que los niños de hoy no leen ! Alguien se pregunta por qué ?
Respiro profundo, respiro profundo, respiro profundo.
¡Abrazo!
buenísimo Gaby! a seguir escribiendo!
besotes!!!
Flor.
¡Gracias! En cuento pueda hago otra entrada.
Cariños
Excelente!!Hay personas con su mente forrada de nylon.
¡Gracias por tu comentario!
Habría que avisar a los editores que pongan tapas más durables y hojas que no se despeguen apenas se abre el libro. Bueno, gracias por tus reflexiones. Soy bibliotecaria liceal en ciclo básico y siempre le digo a los chiquilines que los libros más «gastaditos» son los mejores porque significa que fueron leídos. A propósito, cada vez que pongo nylon a alguna tapa con miras a deshacerse… me acuerdo de tus palabras en este blog.
Hola, Eve. Gracias por tu comentario. La verdad es que sí, a veces dan penas las encuadernaciones, te entiendo. Ya les vendrá un tirón de orejas. Acerca de los «gastaditos», me acordé de que en Colombia hay una librería especializada en LIJ llamada Espantapájaros, que tiene un canasto con libros para bebés que se promociona con la proclama «los más mordidos».
Me da mucha ilusión que en alguna acción de otra persona aparezca el recuerdo de algo que escribí, te agradezco mucho que lo compartieras, que mis palabras te hagan buena compañía.
Cariños
Muchas gracias, por compartir tus conocimientos y experiencias !!
Saludos
¡Muchas gracias por leerlos!