Escena seis

Nuestra hija chica es muy comilona y muy histriónica. En ese orden. Como su personaje parecía estar demasiado exaltado para una comida familiar, le dije en tono de medio rezongo: 

—Basta, Ámbar. No todo es una escena.

—¿Cómo que no todo es una cena? —me dijo muy campante.

Para muchos —mi hija como presidenta del sindicato—, jugar y comer están dentro del mismo paquete de felicidad.

Y como no todo es una escena, esta vez me quedó un listado, no de comida, no. Esta sexta escena de Peripecias de una mediadora es un ensimismamiento de entusiasmamientos que vivimos con la intensidad de quien come una deliciosa cena con sus queridos.

Lista de manjares:

—se nos ocurrió, como ya contamos en la entrada anterior, hacer una biblioteca abierta de Literatura infantil y juvenil a unas cuadras de casa, en la playa. (Fotos de la Inauguración). Las expectativas nos quedaron apretadas, todo es mucho mejor de lo planeado. Tal es así, tan como anillo al dedo, tan a nuestra medida, tan tal para cual, que por un error de interpretación de una charla, pensé que íbamos a tener que dejar el local y lloré como hacía mucho no lloraba. Por suerte fue una confusión;

—no pasó ni un domingo en el que la biblioteca no hiciera préstamos, ni lloviendo, ni con tormenta, ni con sol que raje la tierra, nada. Nuestros libros precisaban pasear en las casas vecinas y no han parado la pata desde el 22 de abril; 

—muchos libros chusmetas son celosos y como no están en estantes tan mirados por los ojos de los recién llegados al mundo, piden y piden, reclaman y reclaman. Así, nos han llegado de regalo libros hermosos envueltos en las mejores manos, manos amigas que saben que los animales están mejores si tienen espacio verde y que los libros están mejores si se mueven entre niños;

—pudimos ganar un  Fondo INAU para comprar libros nuevos. Y sí, los niños de la biblioteca pudieron hacer pedidos y pudimos comprar sus gustos, de los que nos gustan a nosotros y también de los que no compraríamos ni locos, pero después de la pregunta a una niña de qué libro te gustaría tener, no hay vuelta atrás y está bien que sea así;

—nos inventamos varios encuentros para que niñas y niños de por acá pudieran intercambiar con autores y músicos en encuentros íntimos y/o desopilantes —vale rastrear en las diferentes visitas que tuvimos y ponerle el sombrero que les parezca más justo para cada visita. A saber: Visita de Gabi Rodríguez, Visita de Carla Costamagna, Visita de Virginia Mórtola—. Presentamos libros, discos, compartimos músicas de otros países y hasta vimos nacer un Dragón dorado, ¡de todo!; 

—nos dimos el gusto de hacer jornadas para adultos amantes de la Literatura infantil y juvenil. Porque somos muchos los de esta especie y porque también precisamos estar en un tiempo sin niños con el privilegio de  atención exclusiva de los hacedores de libros que admiramos. Es así, que nos inventamos un Entusiasmamiento al sol,en el que nos visitaron con sus talleres: Mercedes Calvo, Ruth Kaufman, Denisse Torena, Natacha Ortega, Valia Libenson y Carla Costamagna;

—nos regalamos una función de danza teatro con mi amadas bailarinas del grupo Aletheia, obra que surge de musicalizar un libro de Mercedes Calvo . Es así que, en presencia de la excelentísima señora escritora   —me mata si lee este palabrerío— estrenamos una función en nuestra biblioteca, rodeados de la mejor vista;

—como si fuera poco, nos trajimos desde el otro lado del charco a Pedro Rossi. Todavía no sabemos si es mejor guitarrista que persona, estamos en una penca del que veo que participa todo el que tiene el privilegio de compartir un ratito con él. Salieron talleres de guitarra y un concierto que nos dejó la mandíbula luxada de tanto que se abrió.

—como nos gusta el junterío, a la vez, nuestra Gabi Rodríguez  —sí, es nuestra por decreto de la casa— nos convidó con un tallerazo de Un viaje en voz y cerró con broche de oro canturreando junto a Pedro. Piel de pollo para repartir;

—parece que los libros se pasan chismes entre los vecinos. Un libro le dijo al otro, que le dijo a otro, que le dijo a otro más, que precisábamos amigos de la zona que supieran con quién hablar para esto y aquello, amigos que tuvieran el corazón tan grande como la casa. Y sí, un libro le dijo a uno, que le dijo al otro, que le contó a otro más, que me susurró en la oreja que hay un lugar que se llama Casa Urutí  en donde se quedan nuestros visitantes que quieren dormir entre olor a pan casero y habitantes con el corazón brotado. Las camas contienen los sueños de nuestros queridos artistas y las paredes de la galería guardan las canciones de oídos emocionados que aplaudieron hasta lagrimear;

—todo se vuelve muy pintoresco, hasta nos visitaron voluntarios de una Universidad de Ohio, Estados Unidos, que nuestros amigos de Rizoma Field School trajeron a trabajar como voluntarios. Y así los tuvimos a todos esos jovencitos, llenos de energía, martillando, arreglando, revisando, embolsando. Quedaron locos de contentos cuando encontraban un manual de instrucciones, porque se ve que las nuestras acerca de qué tareas tenías que hacer parecían en chino y muy poco específicas para ellos. No es de extrañar, ja;

—por último, empezó el verano por aquí, y como todo balneario aparecen caras nuevas, visitantes con ojos de chancleta. Debo decir, como para oscurecer la cosa, que nunca está del todo domado mi ladrido interior a los que presionan a sus hijos para que elijan libros más para algo… que no sea de su gusto —para más grandes, para aprender algo, para leer más fluido, para que aprendas hábitos, ¡para que entre mejor en el bolso!—. En fin, podría largar ese ladrido, pero no. Ganan por goleada los encuentros con mirada cómplice, las familias que se bajan para leer abrazaditos, los niños y las niñas que llegan cinco minutos antes del horario de apertura para llevarse las tres novelas semanales (!), los abrazos, los gracias, los mil gracias a todos por formar parte. 

6 respuesta a “Escena seis”

    1. Larga vida a los Amanuenses, ha sido una alegría tenerlos cerca. Cada vez que nos regalan sus libros se embellece la biblioteca y el olor llega hasta los niños y niñas que se agolpan en la puerta para llevárselos a sus casas.

  1. Hermosa Gaby y su forma de decir, de hacer, de sentir. Simple y auténtica. Generosa a manos llenas. Manos rebosantes de arte y de belleza para dar, repartir, convidar, compartir… Por eso genera lo que genera junto Santi su compañero de aventuras, haciendo de «El sonido de los libros» las delicias de los que tuvimos y tenemos la suerte de haber sido parte de la maravilla. Gracias por lo compartido y por todo lo que vendrá. Se los quiere fuerte🥰

    1. Uy, qué lindo mensaje. En mi ranking de recuerdos lindos están las visitas a Del otro lado del árbol. Agradezco haber cruzado a conocer lo que hacen. Gracias por tus palabras, si hay cosas que nos inspiran, una es tu trabajo y el de todos tus compañeros de ruta.

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